La Cara Oculta es una
película estrenada el 16 de septiembre del 2011, adaptada a partir del guion de
Hatem Khraiche Ruiz-Zorrilla. Fue una co-producción colombo-española-
estadounidense que contó con la actuación principal de los españoles Quim
Gutiérrez, Clara Lago, y la colombiana Martina García.
El filme está categorizado
como thriller psicológico y cuenta la historia de un director de orquesta
español (Adrián) que es contratado para dirigir la Orquesta Sinfónica de
Bogotá, por lo que se muda al país con su novia (Belén). Luego de un tiempo,
Belén comienza a sospechar sobre una posible infidelidad por parte de su novio,
por lo que decide encerrarse en un fuerte oculto que está dentro de la casa que
hacía poco tiempo acababan de tomar, para comprobar qué tanto la quería Adrián
y qué haría ante su posible separación. Sin embargo, las cosas no salen como
planeaba, y tras un descuido queda encerrada, sin la posibilidad de salir de
ese cuarto. Días después, Adrián conoce a una nueva chica, Fabiana, con quien
comienza una nueva relación de la que Belén es testigo desde esa habitación.
No se puede negar que la
película narra hechos que probablemente no ocurrirían en la vida real, pero se
sustentan de tal manera que la historia resulta ser totalmente verosímil ante
los ojos del espectador, pues la cadena de acciones presente en la cinta está
totalmente justificada. Es una historia llevada al extremo de una situación
producto de decisiones drásticas a partir de los celos. En parte, nos muestra
hasta qué punto sería capaz de llegar alguien (en este caso, una mujer) guiado
por sus celos, y lo que pasaría si esto ocurriera, a la vez que nos muestra una
duplicidad: el estar y no estar al mismo tiempo. Y en este último punto, creo
que está la parte más fuerte y relevante de la película, que podría terminar
convirtiéndose en una cuestión existencial que lleva a varios interrogantes:
“¿Cuándo se está realmente?” “¿Hasta qué punto pueden convivir en un mismo
sitio la presencia física y la no presencia?” “¿Es acaso más fuerte la
inexistencia dada por los demás que la misma existencia de la que uno es
consciente?”
A nivel social, la película
no representa gran cosa, pues no tiene elementos de una realidad que se esté
viviendo ni denuncia social, y esto probablemente se deba a que el director no
fue un evidente caso de testimonio de una de estas realidades, pues su origen
está más bien situado en una clase social favorecida, y posiblemente no sea esa
su prioridad.
A nivel técnico, se puede
decir que tanto la actuación como la imagen e iluminación, aportan a la
credibilidad del filme, y cabe resaltar que hubo un gran ahorro y
aprovechamiento de los recursos; por un lado, las locaciones (que no fueron
muchas) fueron suficientes y para nada exageradas en utilería. Se hizo uso de
lo preciso. Por otro lado, la decisión de que el protagonista fuese un director
de orquesta fue muy útil en cuanto a la banda sonora de la película, que a la
vez, ayudó a mantener el suspenso. Con esto podríamos incluso llegar a pensar
en una breve influencia de Grotowski con su “teatro pobre” en el que argumenta
que lo más importante de una obra no es
el despilfarro de los recursos de utilería, sino que la esencia está en la
actuación.
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